Esta intervención no sólo une físicamente el Oriente del centro histórico con el tradicional barrio Santa Fé, sino que genera una serie de relaciones con cuerpos de agua que fueron y siguen siendo de vital importancia para la ciudad. Recurriendo a una arquitectura arcaica de toldos de feria, Felipe Arturo busca unir mundos tan dispares como el Oriente de la calle 22 y el occidente así como el mundo enterrado en las entrañas de la ciudad con los del sueño.